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Diario YA


 

El salto adelante del zapaterismo

Carlos Gregorio Hernández. 9 de abril. La crisis ministerial del Martes Santo es la reacción de Rodríguez Zapatero ante su más que previsible su futuro. Los últimos tiempos han puesto de manifiesto que el Presidente tiene que ir pensando en redactar su epitafio político. Nada tienen que ver las cifras del paro, los cierres, los errores de sus subalternos y la oposición. Todo parte de él. Rajoy tiene razón cuando señala que es “el reconocimiento explícito del fracaso”. De su fracaso. Son los suyos los que comienzan a abandonarle. Pero el Presidente no está dispuesto a entregarse tan fácilmente y está pensando más en el futuro que en el presente.

El cambio de Gobierno podría interpretarse como un intento de frenar la caída en picado de las últimas encuestas, que en este momento dan al PSOE como perdedor en las próximas elecciones europeas. Pero entonces no habría alterado en un tercio la composición de los ministerios. Hubieran bastando unos simples retoques cosméticos, como el reciente de Caamaño por Fernández Bermejo.

Tampoco ahorra con el nuevo Gabinete, como afirmó Fernández de la Vega. Ahí siguen carteras como Vivienda o Igualdad dando empleo y sueldo vitalicio en el porvenir a Corredor y Aído. Muy al contrario ahora hay un ministro más e incluso ha rectificado algunos de los cambios de estructura de la legislatura pasada, con el costo que ello conlleva, como la separación de Universidad y Educación. En este sentido el nombramiento de Ángel Gabilondo, hermano de la estrella de PRISA, es uno de los más significativos, porque a pesar de su quehacer como Rector al frente de la Universidad Autónoma (simplemente basta darse un paseo por algunas facultades para comprobarlo) ha contado con el inmediato elogio de Lucía Figar, consejera de Educación en la Comunidad de Madrid, y voz destacada dentro del PP. Con esto ya está amortizada la reforma, que podría aumentar sus réditos si se extiende el aval a otros ministros. También Consumo ha desaparecido de la arquitectura ministerial, que antes estaba junto a Sanidad y ahora espera ubicación, quizás junto a Economía. Hay también tres vicepresidentes, uno más que hasta ahora. Queda claro que el precio de los cambios será mucho más alto que el ahorro que puedan reportar a largo plazo.

Manuel Chaves, el elegido para el cargo de Vicepresidente, es el último de los barones heredados del felipismo. Este es uno de los grandes haberes de Zapatero para este tramo de legislatura. Se suma con esta designación ministerial a los otros que han sido postergados (Rodríguez Ibarra, Maragall) o integrados y domesticados (Bono) por el zapaterismo. No hay que olvidar que viene la resolución del Estatut, que puede desatar una gran tempestad entre las comunidades autónomas y también en el seno del partido. Aquí es donde adquiere un doble valor la figura de Chaves, que es también presidente del partido. Esta cuestión, que entronca con el nombramiento de José Blanco para Fomento nos da el quid de la reforma. Con estos dos nombres el partido está plenamente representado en el Gobierno de Zapatero en sus tres más altos cargos. Ha sido lo más inteligente. Acaba de atar al partido para evitar que, con un zapaterismo en pleno derrumbe, surgiera una vía discordante desde las alturas del PSOE que pudiera vencer la unidad en torno a su figura.

La segunda clave de la reforma es el refuerzo de su imagen pública. El Presidente se cree su propia explicación y prefiere confiar en el impacto de las soluciones globales ―”las recetas del G-20”― para ponerle remedio a la crisis. Rodríguez Zapatero no asume Economía. Sería contraproducente que adquiriera protagonismo en esta parcela, cuando la crisis es mundial. No hay cambio de línea en este sentido. Asume Deportes. Sabe que, al margen de las lógicas críticas del momento, este hecho le puede ofrecer algunas imágenes francamente positivas que reviertan en la suya propia, incluyendo en el calendario político el calendario deportivo, que estará jalonado en los próximos meses de citas como el Mundial de fútbol, la posible designación de Madrid como sede olímpica y la de España como sede de la Eurocopa. El peso que otorga al deporte guarda relación con la apuesta de González-Sinde al frente de Cultura. El cine factura hoy por hoy más euros en subvenciones que en las taquillas y está claro que Zapatero cree que su futuro político depende más de su imagen pública que de los vaivenes de la realidad económica y social española. Comienza el salto adelante. 

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