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Diario YA


 

“Nunca tomes decisiones en momentos de odio o rencor, puesto que más tarde te puedes arrepentir” Desconocido.

¿El empecinamiento de Sánchez y Rivera, un escollo para un gobierno de pacto?

Miguel Massanet Bosch. Con las votaciones del día 26 dábamos por concluido un periodo de inestabilidad política que ya venimos arrastrando, prácticamente, desde que el PP, en noviembre del 2011, se erigió como ganador de las elecciones legislativas con mayoría absoluta. Desde aquel momento, a pesar de la grave crisis en la que estábamos sumergidos, sin tener en cuenta que estábamos rondando la quiebra soberana y que parecía que estábamos abocados, irremediablemente, a tener que pedir el rescate de Europa; el partido Socialista se dedicó, con todas sus fuerzas – sin atender a que ellos habían sido unos de los causantes de que la crisis española se convirtiera en una de las más profundas de toda Europa a no dar tregua y a insistir en su intento de poner obstáculos a la gestión gubernamental, a pedir imposibles, a criticar cualquier iniciativa del ejecutivo y a caldear el ambiente político cuando, lo que España precisaba, era la colaboración incondicional de todos los partidos políticos, para remar en una única dirección de modo que nos permitiese vencer el principal problema que afectaba a la nación española: evitar lo peor, la quiebra y, en su caso, el temido rescate que nos hubiera obligado, como le ha ocurrido a Grecia, a duplicar los sacrificios, las privaciones y los recortes por los que el pueblo español ha tenido que pasar.

Han bastado dos días para que, aquellas esperanzas de una normalización de la situación española; de la relajación del nerviosismo electoral, que ha tenido en vilo a los españoles; del retorno a la rutina del trabajo y de la necesidad de volver nuestros ojos a los importante problemas por los que pasa Europa, (que también nos afectan directamente, como ha sido el caso impactante del brexit de los ingleses) que, sin duda, van a requerir la atención especial de nuestros gobernantes, tan pronto se puedan despreocupar de su lucha por alcanzar el poder. Dos días para que la decepción haya vuelto a anidar en nuestros maltrechos sentimientos de ciudadanos hastiados, cuando hemos podido comprobar que los perdedores, los que han sacado resultados evidentemente mucho peores que los que consiguieron el 20D; cuando la voz del pueblo ha hablado con más fuerza respecto a lo que quiere que se haga y ha dejado claro que no está de acuerdo con los cambios bruscos que nos proponían los de Podemos ni, tampoco, con las frivolidades de los socialista que, de un partido moderado de centro izquierda intentaban convertirse en un simple lacayo de los comunistas bolivarianos, algo que, de haberse consumado el pacto que pedían con Podemos, este partido comunista, con toda seguridad, hubiera conseguido, en un plazo relativamente corto, absorber y fagocitar hasta el último representante del partido del otro Pablo Iglesias, el fundador del PSOE. Hay algo que, a los ciudadanos de a pie, nos va a resultar difícil de entender.

Se trata del cinismo con el que los partidos políticos, que han salido trasquilados de los últimos comicios, pretenden salvarse de las críticas de sus propios afiliados y simpatizantes, manteniendo un absurdo y pedantesco orgullo, como si los ciudadanos no se hubieran ocupado ¡ y de qué manera! de darles un solemne revolcón en las urnas el pasado día 26. Sus modales, su insistencia en mantener posiciones extremas que no han hecho más que desacreditarlos ante la ciudadanía, su quijotesco comportamiento pretendiendo imponer condiciones y dictar conductas cuando, por segunda vez, los resultados de las urnas han confirmado que, el partido preferido, por una gran mayoría de españoles, es el PP del señor Rajoy y que, este dirigente, a pesar de las campañas que se han organizado contra su figura, ha conseguido un triunfo personal que lo ratifica como el mejor político para ocupar la presidencia del gobierno, muy por encima de aquellos que, como Pedro Sánchez del PSOE o A.Rivera de Ciudadanos, se han erigido en sus más feroces críticos cuando, a la hora de la verdad, ha resultado que ninguno de los dos ha sido capaz de mantener los votos en sus respectivos partidos, que han sufrido bajas tan espectaculares, como 5 escaños el primero y 8 el segundo.

¿Con qué autoridad moral, con que justificación y acreditamiento, estos dos señores pueden permitirse atribuirse el derecho de juzgar la labor del señor Rajoy cuando, ninguno de ellos, ha sido capaz de movilizar a su gente y, ambos, han conseguido, como premio a su obsesión por desbancar al líder del PP, la reprobación, el abandono y la desconfianza de aquellos que les votaron en las anteriores votaciones del 20D? No está el horno para bollos ni, seguramente, para embrollos. España, señores, no está en condiciones de afrontar unas nuevas elecciones, de perder medio año más sin tener un gobierno que se pueda ocupar de los importantes problemas que, en la actualidad, están en stand by por no estar en condiciones, un gobierno en funciones, de tomar las decisiones que sería preciso adoptar. Los Presupuestos Generales del Estado ya debieran de estar elaborándose para que, a final de año, puedan presentarse en las Cortes. La previsión del anterior gobierno del PP hizo que, en esta ocasión, aunque con las críticas de todos los partidos de la oposición, fueran aprobados los del 2016, gracias a la mayoría absoluta de la que disponía el Gobierno.

Europa se ha convertido en una verdadera olla de caracoles a causa del brexit ingles y se puede decir, sin temor a equivocarse, que, esta seria amenaza sobre las economías de las naciones europeas, no ha hecho más que comenzar a gestarse y que, si Dios no lo remedia, es posible que tengamos que enfrentarnos a otra situación extremadamente difícil que requiera de un gobierno consolidado, capaz de tomar decisiones urgentes, sólido y con una mayoría suficiente para que las resoluciones pudieran ser cuestionadas por partidos tan peligrosos y de fines tan poco fiables, como los comunista bolivarianos, que impedirían la puesta en práctica de las medidas que, seguramente será preciso afrontar con urgencia.

Tengo la impresión de que, al menos en el caso del PSOE, ahora están pagando el error de un bisoño en política como es Pedro Sánchez, de cargar demasiado las tintas en sus críticas feroces a Rajoy y al PP, de modo que ha creado un sensación de rechazo tal entre su propia clientela que ahora, aunque quisiera rectificar, se vería en apuros si tuviera que llegar a acuerdos con el PP. Algo parecido le pasa al señor Rivera que, ha tenido la reacción infantil, la pataleta del niño malcriado que, cuando le arrebatan un juguete, reacciona con la consabida rabieta, sin sentido, con la que pretende vengarse de quien le arrebató su pertenencia. Claro que, el señor Ribera, aunque sería conveniente que se aliara con Rajoy, ha pasado de ser un líder determinante para la consecución de pactos o acuerdos, a ser prescindible si, como todos desearíamos, se llegase a un entendimiento entre el PP y el PSOE, ya que la suma de los escaños de ambos grupos, salvo error, nos daría un total de 222, muy por encima de los necesarios para conseguir la mayoría absoluta (176 escaños).

La otra solución requeriría de un acuerdo de varios partidos para la investidura (menos probable para una coalición de gobierno para cuatro años) que supondría la alianza del PP, Ciudadanos, PNV, Coalición Canaria y de un sujeto que se ha presentado con el PSOE, en Canarias, sin ser socialista y del que dependería esta unión, para conseguir los 176 votos requeridos. Seguramente una opción muy complicada. Una postura intransigente por parte de los dos partidos constitucionalistas ( con Podemos no hay forma alguna de llegar a acuerdos ni, por supuesto, se han llegado a planear por ninguna de las dos formaciones políticas) podría llevar, por la fuerza de las matemáticas, a una nueva situación de bloqueo de la formación de un nuevo gobierno y la consecuente prolongación de la interinidad del actual gobierno del PP.

El elevado coste de estas pasadas elecciones, tanto para el Estado como para las propias formaciones políticas, que se ha tenido que acumular al de los comicios de Diciembre y, toda la parafernalia inútil y descorazonadora de formar un parlamento con una vigencia de unos pocos meses, ha sido en vano. Sin que, en este tiempo, se hayan podido tomar las medidas necesarias para poder afrontar los problemas que el país tiene necesidad de solucionar para su correcto funcionamiento y el de sus instituciones.

Y llegados a este punto extremo, en el que por la cabezonería de la oposición, regateando el derecho a gobernar del partido más votado, una situación repetida en las dos últimas votaciones y, en esta ocasión, con un potente adelanto de apoyos y escaños respecto a aquellas; es posible que, si no rectifican a tiempo y se tuviera que acudir a la vergonzosa y humillante situación de convocar unas terceras elecciones, mucho nos tememos que, los culpables de semejante estupidez, iban a salir muy mal parados de las urnas por su incapacidad para pactar.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, sentimos que nuestros políticos, estos políticos de las nuevas generaciones, son incapaces de saber manejarse en el Parlamento, convencidos de que la democracia consiste en que todos los que no piensan como ellos son sus enemigos y que, lo que hay que hacer, es eliminarlos. Un equivocado y absurdo concepto de la democracia y, si el pueblo español no es consciente de que esto puede llevar al caos y le pone remedio, el porvenir para España no se puede presentar más negro. Luchemos para que no sea así.

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