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Diario YA


 

Me dicen esos medios que Sor Lucía ya ha sido llamada al orden

Torneras y troneras: Sor Teresa Forcades y Ada Colau

Manuel Parra Celaya.  ¿Saben ustedes el chiste de la joven monjita que recibe la visita de sus familiares, que le preguntan cómo le va la vida religiosa? La monjita les responde: “El Esposo es maravilloso, pero las cuñadas son unas brujas”.
    Me ha venido a la memoria a causa del profundo aburrimiento –tras la estupefacción inicial ya hace tiempo- que me produce la proliferación mediática de Lucía Caram y de Teresa Forcades, ambas hermanas “trabucaires” del separatismo catalán; al parecer, la primera afirma “estar enamorada de Artur Mas” (sic) y la segunda va de señora de compañía (en El Quijote las llamaban dueñas) de Ada Colau, candidata a la alcaldía de Barcelona y marca blanca de Podemos en mi ciudad. Según las últimas noticias, sus respectivos posicionamientos a diestra y a siniestra han originado algunos roces entre ellas, en el bien entendido de que coinciden en cobijarse ambas, no en su celda de meditación o en medio de su comunidad orante, sino bajo la “estelada”, popularmente llamada “cubana” por miles de catalanes.
    Me dicen esos medios que Sor Lucía ya ha sido llamada al orden; su “enamorado”, Artur Mas, se ha apresurado a echar las culpas a la mano negra del opresor Estado español, que, no contento con “robar” ahora tiene prerrogativas inquisitoriales; por su parte, Sor Teresa se plantea pedir una “excedencia de hábitos” (¿). Entretanto, una y otra siguen ahí, impertérritas ante las cámaras, en esta nueva versión actualizada del ultramontanismo de férrea alianza entre el trono (el de la Cataluña soberana, claro) y el Altar (no el del Catolicismo, sino el del “montserratismo”).
    Se me ocurren numerosas citas históricas y literarias al respecto, desde el recuerdo de ciertas arengas de un fogoso Lerroux a sus “jóvenes bárbaros” hasta versos del Tenorio, pero no voy a caer en la tentación, tanto por el respeto que mantengo a la significación de un hábito religioso como por entender que, racionalmente, ni uno ni otro caso son aplicables en absoluto.
    Me quedo con otra referencia literaria más piadosa, la de “Margarita la tornera”, poema dramático de José Zorrilla, inspirado en antiguas leyendas, que se convirtió en zarzuela de la pluma de Carlos Fernández Shaw  con música del maestro Chapí. Ya saben la historia: Margarita, hermana tornera de un convento, se deja seducir por un sinvergüenza y huye con él; desengañada al poco tiempo, se da cuenta de su error y pide perdón por su pecado; entonces retorna avergonzada a su comunidad y advierte que sus hermanas en religión no han notado su ausencia, porque la Virgen había ocupado milagrosamente su puesto.
    Deseo de todo corazón que las “escapadas” de estas dos sores, seducidas por el separatismo, den lugar, algún día, al arrepentimiento, y, con él, al retorno a lo que, originalmente, parece que era su vocación, que quiere decir en estos casos llamada del Cielo. No dejo de pensar que, en todo caso, también se podría achacar a un milagro.
    Hasta que no se produzcan arrepentimiento, contrición, penitencia y retorno, sostengo, como católico y como español, que cada cual tiene libertad –concedida, por cierto, por Dios al ser humano previamente a cualquier declaración de derechos- para opinar en política, incluso en los casos que estimo dignos de la influencia mefistofélica, como es el caso de las antiespañolidad de los separatistas, pero sin el mimetizaje de una sotana, un clériman, un báculo arzobispal o un hábito monjil; la Iglesia somos todos los católicos y quienes han elegido la opción de la vida consagrada tienen dos alternativas: o ser fieles a ella o depositar en el fondo del armario lo que viene a ser un vulgar disfraz y dedicarse a la política. Me imagino que tanto Sor Lucía como Sor Teresa, de elegir esta segunda opción, perderían todo el caché y el morbo mediático que han suscitado y, como se dice vulgarmente, no se comerían un rosco.
                                                                                MANUEL PARRA CELAYA
 

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