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Diario YA


 

PALABRAS, PALABRAS, PALABRAS…

Manuel Parra Celaya. El pasado sábado fui testigo sorprendido de una pequeña manifestación en Barcelona de un grupo de, al parecer, nigerianos, que clamaban, entre eslóganes y cánticos, por las más de doscientas niñas de su nacionalidad a quienes el llamado por la prensa “sector radical” Boro Haram secuestró de su colegio en la localidad de Chibok. Por cierto, que los manifestantes llevaban en su cabecera una bandera española y otra separatista catalana, con lo que mostraban su total desconocimiento de su territorio de adopción, pero esto es otro tema que ahora no viene al caso.

 El propósito de Boro Haram (que, según la prensa, viene a significar que “toda educación no islámica es pecado”) es doble: por una parte, adoctrinar en el Corán a las chiquillas, hurtándolas de la perniciosa influencia infiel, y, por otra, utilizarlas como moneda de cambio para conseguir la libertad de islamistas detenidos por las autoridades nigerianas.

 Reconozco que he seguido la noticia con una especial atención y angustia personal, como padre y educador; angustia que aumentó al ver por televisión el vídeo con las imágenes del grupo de estudiantes secuestradas, ya enfundadas en sus niqab, y, en primer plano, las atemorizados ojos de una pequeña que recitaba versículos o suras; la posterior aparición del cabecilla del grupo hizo que se me encendiera la sangre…

 La respuesta internacional ha sido la de siempre: palabras de condena; protestas de altos dignatarios; manifiestos de “empresarios, artistas, expolíticos y líderes religiosos”; convocatorias, nada urgentes, de varios foros, entre ellos el Comité Económico de Estados del África Occidental… para la semana próxima. Palabras, palabras, palabras…

 Estados Unidos y el Reino Unido han enviado “expertos”, con el visto bueno de las autoridades nigerianas, pero a condición de que “no se impliquen en acciones sobre el terreno”, sino que se limiten a “asesorar”. Creo que España ha ofrecido también su colaboración. Palabras, palabras, palabras…

 Si repasamos la reciente historia de intervenciones occidentales en otros países, comprobaremos que no se han limitado, precisamente, a tareas de “asesoramiento” y que han implicado “acciones sobre el terreno” de bastante dureza. Claro que, en esos casos, estaban en juego cuestiones económicas y energéticas, no la suerte de más de doscientas criaturas a quienes se pretende privar de los valores de la educación y de la cultura, fanatizar bajo la sharía y vender o usar como objetos de intercambio. No tengo noticia, por otra parte, de que se haya convocado ninguna manifestación feminista para protestar  contra estas barbaridades, pero puedo estar en un error.

 Al parecer, los Derechos Humanos, los Derechos de la Infancia, los Derechos de la Mujer… y de más cartas altisonantes se han convertido en papel mojado. Nigeria está muy lejos. Ni asomo de invocaciones a una supuesta “ética universal”. Ni asomo de planteamientos de actuaciones contundentes y militares, que es lo que se impone, sin paliativos, en este caso. Palabras, palabras, palabras…

 Nuestro mundo occidental y “civilizado” está enfermo. En primer lugar, de una tremenda falta de humanidad; en segundo lugar, gravemente afectado de hipocresía galopante; en tercer lugar, aquejado de lesa cobardía… Claro que puedo estar equivocado en el diagnóstico, pero, ustedes perdonen, es que, como he dicho, sigo con la sangre encendida por la suerte de las más de doscientas niñas nigerianas.

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