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Diario YA


 

Este presunto Frente Popular no carece de ninguno de los elementos que distinguieron al antiguo, el de la idílica Segunda República

En marcha la formación de un Frente Popular: Sólo falta un torero…

Manuel Parra Celaya. A estas alturas, nadie duda que está en marcha la formación de un Frente Popular, remedo actualizado del tristemente histórico. Llamémosle amalgama rupturista, para no suscitar alarmas ni equívocos evocadores de un pasado cainita que mejor está enterrado en museos de la memoria histórica.

Esta amalgama estaría integrada por separatistas, no solo proclives sino confesos de golpismo y un sector de izquierda radical que, por supuesto, se niega a oponerse a ellos porque entiende que pueden ser sus aliados en la tarea de deconstruir el Estado, la sociedad y al propio ser humano; lo primero, mediante el disparate (y aquí radica el posible maridaje con los secesionistas); lo segundo, mediante la demagogia rampante; lo tercero, a través de la implantación de la religión secular y su esperpéntica y dañina visión antropológica.

Este presunto Frente Popular no carece de ninguno de los elementos que distinguieron al antiguo, el de la idílica Segunda República: desdeñosos teóricos universitarios o ateneístas, indignados, con razones o sin ellas, y vociferantes masas callejeras; todo ello aderezado con el fanatismo y la más absoluta mediocridad. Nada nuevo bajo el sol d España. Representa –al decir del poeta- al español que se limita a embestir cuando se digna usar de la cabeza. Es un remarke, una versión vintage y cutre de su precedente de los años 30. Curiosamente, no se distingue, en sus notas características esenciales, de sus correspondientes oponentes en la derecha, ya que unos y otros son variantes, casi seculares, de una España apegada al peor casticismo, al sainete populachero y, en fin, a la peor caspa (con perdón); ni los mismos separatistas que se niegan a ser españoles dejan de pertenecer a este cuadro costumbrista y ajado, ya que representan al más hondo individualismo hispánico, a la más completa negación de la capacidad intelectiva, a la intransigencia más exacerbada.

No es extraño, en consecuencia, que este Frente Popular quiera contar con los elementos básicos del folclorismo más sobado: el cura trabucaire (o su variante, la monja milagrera) y el militar (al que, por respeto, no denominaremos espadón); si fuera en versión reducida pueblerina (aldeana ya lo es, por definición), no dejarían de faltar el Secretario del Ayuntamiento entendido en leyes y el boticario; de la primera figura hacen la vez algunos jueces asilvestrados; en cuanto a la segunda, en realidad –por lo menos en Cataluña- no son muy partidarios de apoyar este frentismo, porque son muchos los dineros que la Generalidad ha desviado de sus pagos legítimos para volcarlo en la propaganda y acción separatista.

Solo falta –para completar el cuadro- un torero, pero entendemos que, hoy en día, es una figura incómoda, ya que la tabla políticamente correcta dicta la supresión absoluta de la Fiesta, no por las razones sentimentales que esgrimen los animalistas ni por su escaso valor educativa, como decían los ilustrados del Setecientos, sino, llana y sencillamente, por española. Del clero ya hay, como decíamos, abundante representación, entre obispos propagandistas de las listas electorales separatistas y sores enamoradas de los políticos de esa cuerda; del ámbito castrense ya hay también representación, anunciada a bombo y platillo (pero sin Marcha de Infantes de las Ordenanzas, faltaría más) como futuro buen ministro de defensa; quedan dichos los togados y la ausencia –justificadísima- de los farmacéuticos.

Solo falta, insisto, el torero. Como los que están en activo no parecen muy inclinados a dar el paso adelante, sugiero que se busque, entre la masa de pícaros y truhanes, algún espontáneo o muletilla de capeas, eso sí, convenientemente arrepentido de su pasado. MANUEL PARRA CELAYA

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