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Diario YA


 

un desfile más nutrido y numeroso que en años anteriores

A buenas horas, mangas verdes

Manuel Parra Celaya. No, no me estoy refiriendo para nada a una hipotética actuación de nuestra Guardia Civil para proceder a la detención de algún político corrupto y/o sedicioso. Digo esto para tranquilidad de cualquier posible lector de simpatías soberanistas (vulgo, separatistas).

La expresión se aplica, en el acervo popular, “siempre que alguien llega a destiempo cuando ha pasado la oportunidad y resulta inútil su auxilio” (Cuento de Cuentos. Néstor Luján. Tomo I) y data de nuestros Siglos Áureos, como ironía hacia la Santa Hermandad, que solía demorar su aparición en la captura de los malhechores.

Me la sugiere una noticia que acabo de leer sobre la aplicación que piensa llevar a la práctica el Gobierno en la celebración del Día Nacional de España el próximo domingo, 12 de octubre, que además es el Día de la Hispanidad y la festividad de la Virgen del Pilar, patrona de la mencionada Benemérita. Aparte de un desfile más nutrido y numeroso que en años anteriores (¿ya se ha terminado la crisis que lo dejaba reducido al puro simbolismo?), se han organizado exposiciones de diversos tipos, exhibiciones, apertura gratuita de museos y conciertos callejeros de bandas militares y de la Orquesta Nacional.

Desconozco si tales eventos quedan reducidos a Madrid capital o se van a extender por cada una de las Comunidades, ciudades y localidades de España, pero me inclino a suponer lo primero, dada la que está cayendo. Uno de los objetivos es poner a disposición del público en general y de los escolares en particular “la cultura que nos une” y otro, el acercamiento de la sociedad a sus Fuerzas Armadas. Con respecto al primero, se me ocurre que ese eslogan procede precisamente de ese Ministerio de Cultura que ha estado sistemáticamente ausente (ni está ni se le espera, decía en un artículo anterior) de los lugares más afectados por el virus del nacionalismo, y hablo con conocimiento de causa por vivir inmerso en el ojo del huracán… A buenas horas, mangas verdes.

En relación a lo segundo, ese acercamiento pueblo-Ejército, que sería y es lo normal en cualquier nación más seria de nuestro entorno occidental, ha venido precedido de una larga política de ocultación y sentimientos de culpabilidad y vergüenza por el hecho de que algunos de nuestro compatriotas hayan jurado la bandera de España y estén dispuestos a defender la existencia e integridad de la Patria hasta la última gota de su sangre (entre ellos, un hijo mío, como ya saben mis lectores habituales). En cualquiera de esas naciones es, por ejemplo, habitual la presencia de soldaditos de uniforme por sus calles; en la nuestra, no. En ellas, los ciudadanos suelen mostrarse orgullosos de su Ejército y se sienten imbricados íntimamente con ellos y lo que representan. En ellas, una serie de valores que se pueden considerar castrenses (la camaradería, el honor, la ayuda mutua, el patriotismo, la disciplina…) llegan a ser propuestos como fuente de valores cívicos.

Aquí, una también persistente política –independientemente de que los gobiernos fueran de derecha o de izquierdas- ha creado una atmósfera de menosprecio hacia lo militar desde la escuela y creado un abismo entre los Ejércitos y la población; muchos a los que notifico, orgulloso, que tengo un hijo soldado de infantería enarcan las cejas y solo aciertan a murmurar, atónitos “Bueno, si eso le gusta…” Un estúpido antimilitarismo, de raíz y resonancias decimonónicas (tan estúpido como el anticlericalismo de idénticos orígenes y datación), ha sido asumido aquí como el summum de lo moderno y de lo progresista. A buenas horas, mangas verdes.

Como muestra, un pequeño botón; el pasado viernes se celebró en Barcelona (entre las paredes de un cuartel, eso sí) el Día del Veterano, tan común en otras naciones y que venía realizando de modo itinerante por otras ciudades españolas; determinados medios de la prensa se hicieron eco de la celebración en tono de censura, relacionándolo, velis nolis, con las vicisitudes coyunturales que ha provocado el separatismo, esas que, al parecer y no quiero ser reiterativo, han pasado desapercibidas desde hace más de treinta y cinco años por los sucesivos gobiernos españoles. He empezado con un dicho popular y, en todo caso, confío en que no sea cierta la segunda parte de la definición debida a la pluma de Néstor Luján: “… y resulta inútil su auxilio”. Por ello, finalizo con otro refrán más optimista: Nunca es tarde si la dicha es buena. Participemos, en consecuencia, con sana alegría del español orgulloso de la historia de su Patria y creyente en el futuro, en este día de la Fiesta Nacional de España en el 12 de octubre.

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